El Subselo

Los 30 cm del subsuelo que determinan el rendimiento – y a menudo se ignoran
22
Jun

Los 30 cm del subsuelo que determinan el rendimiento – y a menudo se ignoran

Los protocolos estándar de muestreo de suelos suelen centrarse en la capa superficial de 0–20 cm, donde se aplican la mayoría de los fertilizantes y ocurre la iniciación radicular. Sin embargo, este enfoque convencional pasa por alto una zona crítica: el subsuelo, particularmente entre los 30 y 60 cm de profundidad. Esta capa del suelo desempeña un papel decisivo en el desarrollo radicular, la absorción de nutrientes y, en última instancia, en el rendimiento potencial del cultivo.

Las limitaciones químicas, físicas e hidrológicas que se encuentran comúnmente en el subsuelo explican por qué los diagnósticos convencionales a nivel superficial no capturan el panorama agronómico completo.

Implicaciones para la toma de decisiones

Ignorar las condiciones del subsuelo conlleva una dependencia excesiva de enmiendas superficiales, un uso ineficiente de los recursos y una variabilidad de rendimiento difícil de explicar. Integrar diagnósticos del subsuelo en la planificación agronómica permite realizar prescripciones de fertilizantes más precisas, labores de labranza adaptadas y una selección más acertada de genotipos de cultivos.

Además, el retorno económico de la gestión del subsuelo suele manifestarse en términos de eficiencia en el uso de insumos y estabilidad del rendimiento. En sistemas tanto de secano como de riego, la profundidad y funcionalidad del sistema radicular son componentes no negociables de la resiliencia del rendimiento.

Subsuelo vs. capa superficial: diferencias que impactan el rendimiento

Mientras que la capa superficial es dinámica y suele modificarse con fertilización, labores y aportes orgánicos, el subsuelo es más estable y menos perturbado. No obstante, esta estabilidad muchas veces enmascara limitaciones importantes:

  • Estratificación y fijación de nutrientes
    El fósforo, al ser poco móvil, se acumula principalmente en la capa superficial. Sin colocación profunda, los cultivos enfrentan una deficiencia funcional de P en el subsuelo, especialmente bajo estrés hídrico. Además, en suelos con altos niveles de óxidos de Fe y Al, cualquier fósforo que llegue al subsuelo se inmoviliza rápidamente.

  • Acidez y toxicidad por aluminio
    En regiones con fertilización prolongada a base de amonio o material parental naturalmente ácido, el pH del subsuelo puede disminuir por debajo de umbrales críticos (<5.2), liberando aluminio intercambiable a niveles fitotóxicos. Estas condiciones afectan gravemente la elongación radicular y la nodulación en leguminosas.

  • Sodicidad y mala estructura del suelo
    En suelos irrigados o sódicos de forma natural, el subsuelo puede presentar un alto porcentaje de sodio intercambiable (ESP). Esto provoca dispersión de arcillas, disminución de la porosidad e infiltración deficiente. Esta condición no siempre es evidente en los primeros 20 cm.

  • Densidad aparente y Compactación
    Un subsuelo compactado —ya sea por maquinaria pesada, capas de labranza somera o horizontes densos naturales – limita la penetración de raíces y el movimiento vertical del agua. Densidades aparentes superiores a 1.6 g/cm³ en suelos de textura fina son comúnmente limitantes.

  • Discontinuidades hidrológicas
    Cambios bruscos de textura, como un franco arenoso sobre un subsuelo arcilloso pesado, pueden generar capas freáticas suspendidas y condiciones anaeróbicas en la zona radicular, lo que afecta la actividad microbiana, la respiración radicular y la absorción de nutrientes.

Consecuencias funcionales para el desarrollo del cultivo

La extensión del sistema radicular hacia el subsuelo determina en gran medida la capacidad del cultivo para acceder al agua y nutrientes en etapas fenológicas críticas. Cultivos con potencial genético de enraizamiento profundo —como maíz, girasol o sorgo— frecuentemente encuentran capas limitantes que reducen la profundidad y el volumen efectivo de raíces.

Algunos ejemplos:

  • Maíz: El sistema radicular puede superar los 1.5 m en condiciones óptimas. Sin embargo, la compactación o acidez del subsuelo entre 40 y 50 cm suele restringir el acceso al nitrógeno y a la humedad tardía, especialmente durante el llenado de grano.

  • Soya: Muy sensible a la acidez del subsuelo y toxicidad por Al, lo que afecta la actividad rizobiana y la fijación biológica de nitrógeno, incluso cuando el pH superficial está en niveles óptimos.

  • Canola: Susceptible a la salinidad del subsuelo y a la acumulación de cloruros, lo que puede retrasar la floración y reducir la formación de vainas.

La capacidad fisiológica del cultivo está limitada por las restricciones del sistema radicular. En estos escenarios, las aplicaciones estándar de nutrientes y las estrategias de riego superficial ofrecen un retorno limitado.

Investigación de respaldo:

Limitaciones del muestreo convencional, y cómo profundizar

La mayoría de los análisis de suelos se enfocan en la capa de 0–20 cm, donde se aplican fertilizantes y se da el primer crecimiento radicular. Sin embargo, esta profundidad limitada ignora la variabilidad y restricciones en capas más profundas. Como resultado, agricultores y agrónomos pueden diagnosticar mal la causa del bajo rendimiento, llevando a insumos innecesarios o intervenciones ineficaces.

Para evaluar correctamente el subsuelo, se requieren métodos diagnósticos más profundos:

  • Muestreo a profundidad: Extraer muestras de 20–40 cm y 40–60 cm. Analizar pH, conductividad eléctrica (CE), porcentaje de sodio intercambiable (ESP), fósforo y potasio extraíbles, y elementos tóxicos como el aluminio (Al³⁺). Estos valores difieren notablemente de los de la capa superficial.

  • Calicatas: Herramienta simple pero potente. Al excavar hasta al menos 60 cm, se puede observar la distribución radicular, identificar capas compactadas o densas y detectar signos de encharcamiento, como moteado y decoloración. Esto revela la estructura del perfil de suelo.

  • Penetrómetro de cono: Mide la resistencia del suelo a la penetración radicular. Lecturas superiores a 2 MPa en suelos húmedos indican compactación. Estas capas suelen ubicarse entre los 30 y 50 cm y son invisibles en evaluaciones superficiales.

  • Sensores geofísicos (p. ej., EM38, espectroscopía gamma): Permiten mapear propiedades del suelo como textura, salinidad y humedad. Son útiles para identificar zonas que requieren muestreo específico o remediación, especialmente en campos con alta variabilidad.

Soluciones prácticas para restricciones del subsuelo

La gestión del subsuelo es un proceso de largo plazo que depende de condiciones específicas del sitio. No obstante, existen prácticas agronómicas comprobadas:

  • Subsolado y escarificado profundo: Labores profundas entre 30 y 60 cm para romper capas compactadas. El subsolado emplea cinceles estrechos con mínima alteración superficial; el escarificado profundo es más agresivo y de mayor alcance. Ambos mejoran la penetración radicular y el movimiento del agua, especialmente cuando se realizan en condiciones de humedad óptimas. Su beneficio es temporal si no se acompaña de prácticas que eviten la recompacción.

  • Aplicación de enmiendas:

    • Yeso (CaSO₄·2H₂O): Mejora la estructura en suelos sódicos desplazando Na⁺ de los sitios de intercambio.

    • Cal agrícola (CaCO₃): La incorporación profunda corrige la acidez del subsuelo, pero requiere ubicación precisa y humedad adecuada para ser efectiva.

  • Cultivos de cobertura con raíces profundas: Especies como rábano forrajero, lupino o ryegrass desarrollan raíces pivotantes capaces de atravesar capas compactadas. Al descomponerse, crean canales naturales que mejoran aireación, drenaje y acceso radicular para el cultivo siguiente.

  • Agricultura de tránsito controlado (CTF): Limitar el tránsito de maquinaria a carriles permanentes reduce la recompacción del subsuelo previamente mejorado. Mantener zonas no compactadas mejora la infiltración, el desarrollo radicular y la estructura del suelo con el tiempo.

  • Aplicación profunda de fertilizantes: En subsuelos pobres en fósforo, la colocación estratégica de bandas de fertilizante por debajo de los 20 cm mejora su disponibilidad en profundidad.

La gestión del subsuelo merece un lugar central en la planificación agronómica

La capa del subsuelo entre 30 y 60 cm es una zona crítica para el desempeño agronómico. Aunque permanece oculta en los análisis convencionales, su influencia en la productividad es considerable. Abordar sus limitaciones requiere diagnóstico técnico, manejo localizado y visión a largo plazo — pero los beneficios en rendimiento y eficiencia justifican esta inversión.

Comprender lo que hay bajo la capa superficial ya no es opcional. Es una necesidad agronómica.

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