Secuestro de carbono: una mirada realista

26
Oct

Secuestro de carbono: expectativas vs realidad

La captura de carbono en la agricultura suele presentarse como una ganancia para el clima, el suelo y la economía del campo. Pero para quienes gestionan campos reales, conviene preguntar: ¿cuánto carbono puede almacenarse realmente, cuán estable es y si tiene sentido económico?

La respuesta corta: los suelos pueden acumular algo de carbono, pero el proceso es lento, limitado y solo tiene sentido financiero cuando está ligado a una mejor agronomía o respaldado por programas externos.

 

¿Cuánto carbono pueden almacenar los suelos?

El carbono orgánico del suelo (COS) depende principalmente de la textura del suelo, el clima y el manejo. La mayoría de los suelos cultivados contienen 0.5–2.5% de COS en los primeros 20 cm. Cada aumento del 0.1% representa aproximadamente 2.5-3.0 t C ha⁻¹, o 9-11 t CO₂ ha⁻¹.

Resultados de ensayos de largo plazo. Décadas de investigación muestran lo limitado que puede ser el aumento de carbono una vez que el suelo alcanza un equilibrio. Por ejemplo, en un ensayo de largo plazo del INRAE en Boigneville (Francia), se monitoreó el carbono del suelo bajo labranza convencional, reducida y siembra directa durante 47 años. Tras casi cinco décadas, los investigadores no encontraron aumentos medibles en el COS total hasta los 30 cm de profundidad. La capa 0–5 cm contenía más carbono bajo siembra directa, pero esto se compensó con menos carbono en capas más profundas. El estudio concluyó: “Después de 47 años, no se detectaron diferencias significativas en el stock total de COS entre la labranza convencional y la siembra directa” (Barré et al., 2018).


INRAE long-term trial

Este patrón coincide con resultados de otros experimentos de largo plazo (Rothamsted en el Reino Unido, Kellogg Biological Station en EE. UU.), que muestran ganancias tempranas durante la primera década y luego una meseta prolongada a medida que el suelo se estabiliza.

Bajo manejo mejorado (labranza reducida, retención de residuos, rotaciones diversas y aportes orgánicos), las ganancias anuales típicas de carbono son:

  • 0.2–0.5 t C ha⁻¹ año⁻¹ (≈0.7–1.8 t CO₂ ha⁻¹ año⁻¹) en condiciones semiáridas
  • 0.5–1.0 t C ha⁻¹ año⁻¹ (≈1.8–3.7 t CO₂ ha⁻¹ año⁻¹) en climas templados y húmedos
  • Rara vez más de 1.5 t C ha⁻¹ año⁻¹ (≈5 t CO₂ ha⁻¹ año⁻¹), incluso con excelente manejo

Las ganancias se ralentizan con el tiempo a medida que el suelo alcanza un nuevo equilibrio. La mayoría de los lotes se estabilizan después de 10–20 años de prácticas consistentes. No hay evidencia de que tierras agrícolas almacenen decenas de toneladas de carbono por hectárea al año sin un cambio drástico en el uso del suelo.

 

Efectos agronómicos y compensaciones

Las prácticas que aumentan el COS suelen hacer los suelos más resilientes y productivos, pero también cambian la dinámica del sistema. Generalmente los cambios son positivos, aunque cada uno implica puntos de atención.

  • Disponibilidad de nutrientes. La mayor actividad microbiana e incorporación de materia orgánica inmoviliza parte del nitrógeno y del azufre. Es parte del ciclo natural, pero a corto plazo el cultivo puede resentirse. En sistemas con alto residuo o tras cereales, un pequeño aporte inicial de nitrógeno o ajustar el momento de aplicación evita deficiencias.
  • Balance hídrico. Los cultivos de cobertura y los residuos protegen la superficie, disminuyen la escorrentía y mejoran la infiltración, pero también consumen agua. En años secos o suelos arenosos, pueden dejar el perfil más seco de lo esperado. La clave es ajustar la fecha de terminación y la mezcla de especies al régimen local de lluvias.
  • Carga de residuos. Una capa densa conserva humedad y evita encostramiento, pero puede enfriar el suelo y dificultar la siembra. En algunos sistemas aumenta el riesgo de plagas y enfermedades asociadas a residuos. Rotaciones adecuadas, buen esparcido del rastrojo y, ocasionalmente, una perturbación ligera mantienen el equilibrio.
  • Pérdidas tras la perturbación. Cuando se labra, se compacta o se deja el suelo desnudo, comienzan las pérdidas de carbono casi de inmediato. Aumenta el oxígeno y la temperatura, acelerando la descomposición. Incluso una sola labor o una barbechera desnuda pueden revertir varios años de ganancias lentas. Mantener cobertura y minimizar el tránsito preserva mejor el carbono acumulado.

En conjunto, los sistemas que aumentan el COS funcionan, pero requieren seguimiento cercano. Nutrientes, agua y dinámica de residuos cambian cuando aumenta la actividad biológica, y hay que gestionarlos como cualquier otro factor agronómico.

 

Economía con los precios actuales

Supongamos un lote que acumula ~2 t CO₂ ha⁻¹ año⁻¹, un buen resultado en tierras de cultivo. En los mercados voluntarios actuales, los créditos pagan aproximadamente 10–35 USD por t CO₂, según verificación y comprador. Con un promedio de 25 USD por t CO₂, el ingreso potencial es de ~50 USD ha⁻¹ año⁻¹.

Los costos suelen ser mayores:

  • Medición y verificación: 10–20 USD ha⁻¹ año⁻¹
  • Semillas, combustible y manejo extra por coberturas o labranza reducida: 40–60 USD ha⁻¹ año⁻¹

Con esos números, la rentabilidad es marginal. Los créditos de carbono no cubren el costo real del cambio de prácticas. El beneficio financiero principal llega de manera indirecta: mejor estructura del suelo, menos erosión y mayor eficiencia de fertilizantes y riego.

 

Desafíos prácticos de los programas de largo plazo

El carbono del suelo cambia lentamente, mientras la planificación agrícola opera en ciclos cortos. Ese desajuste crea problemas.

Muchos programas exigen 10–20 años de “permanencia”, pero la tenencia de la tierra, los planes de cultivo y el mercado rara vez permanecen fijos tanto tiempo. Es común arrendar por pocos años o necesitar una labor ocasional para controlar malezas.

Además, los programas piden medir siempre igual: mismas parcelas, misma profundidad, mismo momento. En la práctica, la agricultura no sucede en condiciones controladas. El clima cambia, las rotaciones también, y las presiones del mercado alteran el manejo. Estas variaciones dificultan el seguimiento consistente y pueden generar datos “incoherentes” incluso cuando el productor está haciendo las cosas bien.

Un enfoque más práctico es usar acuerdos renovables de cinco años, verificados con una combinación de muestreo y modelos. Mantiene la rendición de cuentas y da flexibilidad para adaptarse a condiciones reales sin perder elegibilidad ni credibilidad.

 

¿Quién paga?

Hoy, la mayor parte del costo recae en el productor. Las principales vías de financiación son:

  1. Cadenas de suministro corporativas. Algunas empresas alimentarias pagan pequeños sobreprecios o cofinancian coberturas para reducir emisiones de Alcance 3. Suelen cubrir solo parte del costo.
  2. Apoyo gubernamental. Hay programas que subvencionan siembra directa, labranza reducida o coberturas. Útiles, pero con presupuestos limitados y variables según la región.
  3. Mercados voluntarios de carbono. Funcionan mejor para grandes agregaciones de superficie. Para fincas individuales aún no son eficientes por el costo de verificación.
  4. Contabilidad interna. Algunas agroindustrias integradas contabilizan internamente los aumentos de carbono del suelo como reducciones de emisiones. Ayuda al cumplimiento, pero no genera caja.

Para escalar la adopción, los costos y beneficios deben repartirse de forma más equilibrada entre productores, procesadores y consumidores.

 

Por qué medir importa

Aunque el ingreso por créditos sea pequeño, contar con datos confiables de carbono del suelo tiene valor. Las líneas base y los seguimientos ayudan a monitorear la mejora del suelo, afinar la nutrición y documentar desempeño de sostenibilidad para reportes de cadena de suministro o acceso a financiamiento.

En ese sentido, el COS conviene tratarlo como indicador de desempeño —una medida de qué tan bien se maneja el suelo— más que como un “producto” transable año tras año.

 

Expectativas realistas

En sistemas bien manejados, un aumento de 0.1–0.3 puntos porcentuales de COS en 10–15 años es alcanzable. Equivale a ~10–30 t de CO₂ por hectárea en ese período. Es significativo para la salud del suelo, pero pequeño en términos financieros.

Los programas de carbono pueden ayudar a cubrir parte del costo de transición, pero la rentabilidad seguirá dependiendo sobre todo del rendimiento, el uso eficiente de insumos y el manejo del agua. Conviene integrar la mejora de carbono en la gestión general del sistema, no tratarla como un proyecto aparte.

Resumen numérico:

  • Secuestro realista: 0.5–1.5 t CO₂ ha⁻¹ año⁻¹
  • Precio típico del crédito: 10–35 USD por t CO₂
  • Costo adicional de manejo y verificación: ≈50–80 USD ha⁻¹ año⁻¹

Con los precios actuales, el ingreso por carbono es menor. El valor real y duradero está en una mejor función del suelo, un manejo del agua más eficiente y una mayor resiliencia frente a la variabilidad climática.
El productor debería ver la mejora del carbono del suelo como parte de un manejo eficiente y resiliente, no como una nueva fuente de ingresos.


La prioridad debe mantenerse en la productividad y la salud del suelo a largo plazo; el carbono no es un fin en sí mismo, sino el reflejo de ese progreso.

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